Asisto embelesado y con asentimiento al denodado empeño de quienes, desde los inicios de su entrada en el mundo de la razón, cultivan la didáctica de mantenerse en los principios constitucionales -no solo al efecto de no empañar su prestigio e imágen-, sino por sus convicciones humanísticas y liberales, condiciones que con amplitujd y tristeza del bien ajeno, no dejan de reconocer esos inícuos poderes públicos, que no solo han desistido de apoyarlos, sino que con tenacidad desconocida, en otros regímenes totalitarios, cubren la praxis, por la cual fueron adiestrados, de ejercer tácticas represivas contra los habitantes de barrios muy poblados de inocentes y desesperados ciudadanos, sencillos y humildes.
La calle principal del barrio de Son Gotleu |
A pesar de ello no gozan siquiera de la comprensión de muchos de sus congéneres de otras etnias. Al contrario, los insultan y apalean ante la pasividad de algunas instituciones, especialmente del Ayuntamiento de Palma, que, además, se han ausentado e, indignamente, han declinado impartir justicia, y donde la misericordia y la caridad han huido de sus acendradas raíces cristianas; mejor dicho: su paranoica forma de actuar, de la que tanto blasonan.
Con esas incuestionables, singulares y legales formas de razón, firmeza y respeto, combaten los atormentados ciudadanos a los psicóticos representantes de las instituciones citadas, irresponsables y aficionados a hundir psicológica y miserablemente, con sus deleznables métodos, a quienes, pasmados, defienden su derecho a vivir, a pesar de que sus bazas legales no son suficientemente disuasorias para que su Agitprop no cristalice, o no sea tardía su disolución, antes de engullir la moral, el espíritu de lucha y la buena conciencia de estos maravillosos conciudadanos.
Nunca aprenden, si bien cerca está la fecha de pagar con esmeradas cuitas sus desmanes. Amargos tragos les esperan al no tener el calor solidario, ni los apoyos incondicionales que actualmente les brindan sus correligionarios, asentados a su alrededor y disfrutando de la sombra que les cobija. No sé bien si saben que en cuanto uno ejerce un cargo, el límite viene dado por las obligaciones de la institución que representan.
No aportan desvelos para la concordia. Su veto férreo al estímulo de la misma les aleja de la razón, así como de los ciudadanos atormentados que reniegan de sus métodos dictatoriales. Las conversaciones con alguno de esos ciudadanos que he citado anteriormente, dan un giro inesperado cuando los temas de la entrevista se adentran en los caminos por donde los clásicos transitaron para desembocar en la frondosa dehesa de la sabiduría.
Platón - 427 a. C - 347 a. C. - "Allí donde el mando es codiciado y disputado, no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia". |
Platón, seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles, se distinguió de sus iguales y maestros porque siempre escribió en forma de diálogos sobre los más diversos temas. Su influencia ha sido incalculable en toda la Historia de la Filosofía, porque alcanzó fama e identidad por su concisión y disciplina gracias a comedidos y elaborados estudios. Tanto es así que la característica general más segura de la tradición filosófica europea, es que consiste en una serie de notas tomadas al pie de Platón.
A propósito de ello, me permito transmitir una de las múltiples reflexiones de Platón. Léanlas, por favor, seguidamente. Les servirán de mucho -sobre todo para entender los manejos de los políticos que nos toca sufrir-, aunque no entronquen con la realidad de lo que pasa en España.
Aristóteles - 384 a. C. - 322 a. C. - "El hombre más poderoso es aquél que es totalmente dueño de sí mismo" |
"La batalla de Maratón dió la victoria a los atenienses, que llenos de moral volvieron a derrotar en Salamina a los persas que estaban a las órdenes de Jerjes, hijo de Darío. La campaña se saldó con otras dos victorias atenienses marítima y terrestre, en Micala y Platea respectivamente. Como Atenas había dirigido la guerra se erigió en administradora cuando llegó la paz mediante la liga delico-ática que expulsó a los persas de todo el territorio griego. Esta supremacía política, comercial y cultural de Atenas acabó por desaurtorizar a los oligarcas partidarios de los antiguos tiranos y por garantizar el establecimiento de la democracia que durante tres décadas lideró Pericles, al frente de un estado popular y liberal, sometido al imperio de la ley, cuyos órganos de decisión eran ocupados por ciudadanos elegidos al margen de su origen social y económico".
"La destrucción de Egina y de la piratería del mar Egeo y una nueva política de colonización convirtieron a Atenas en la dueña indiscutible del Mediteráneo. La ciudad se convirtió a la vez en una referencia estética obligada. Se construyeron el Partenón y los Propileos que daban acceso a la Acrópolis; se defendió, fortificándolo, el puerto de El Pireo y elevando poderosas murallas. En esta época Fidias esculpió sus obras. Sófocles y Esquilo estrenaron sus tragedias, Pindaro escribió admirables poesias y Anaxágoras introdujo la filosofía en la metrópoli, desplazándola de las colonias. Sócrates, joven y casi adolescente, conoció esta época gloriosa, pues debió nacer casi una década después de la decisiva derrota de los persas en Platea".
"Naturalmente, el apogeo ateniense no podía dejar indiferente a Esparta. Sus recelos desembocaron en una guerra que duró veintisiete años, que asoló el Peloponeso y que acabó con la vicoria de Esparta. El revés forzó a Atenas a ceder la hegemonía a Esparta e incluso a permitir que ésta gobernara mediante oligarcas en las ciudades vencidas. De este modo, Atenas conoció el gobierno de los Treinta Tiranos, impuesto por Lisandro para que redactaran las nuevas leyes. Pero durante ocho meses ejercieron un mando tan sangriento que Trasíbulo hubo de acabar con ellos por la fuerza. El año 403 restablecía Euclides el régimen democrático, lastrado ahora por los odios generados a causa de la represión de los oligarcas y el ansia de venganza que suscitaron los amigos de Esparta, Critias y Cármides, primo y hermano respectivamente de la madre de Platón, quienes habiendo participado en el gobierno de los Tiranos y, al ser discípulos de Sócrates, situaron a éste en la desairada postura de tener que defender la falta de utilidad de la enseñanza para alcanzar la virtud".
"La educación estrictamente pública y encaminada a formar ciudadanos conscientes de sus deberes políticos dió paso a la instrucción de los más ricos para abrirse camino en la lucha por la riqueza y el poder". Es muy importante considerar que los escritos de Platón representaron una reacción contra este estado de cosas y especialmente contra la creencia extendida de que hay que hacer el mayor daño posible a los enemigos y el mayor beneficio a los familiares, que el gobierno ha de basarse en la fuerza y no en la justícia, y que las leyes no son más que una forma de defensa de los débiles frente a los poderosos, lo que exime a éstos de cumplirlas.
Platón fue testigo excepcional de las consecuencias que se siguen cuando la ley no es el árbitro de la libertad y la justícia y no frena las arbitrariedades del tirano del momento. Llegó, así, a la conclusión de que la justícia es una virtud del alma, cuyo objetivo consiste en introducir un orden y una armonía entre los diversos elementos que constituyen al ser humano y que en el terreno de la ciudad reduce la diversidad a unidad y asigna a cada ciudadano el lugar y la función que le corresponde según la valía de su aportación al colectivo.
Ramón Quiñonero Solano, autor de la presente crónica.
Fin de la primera parte. (continuará)