viernes, 25 de agosto de 2017

El Yihadismo en España y Europaa

Mis crónicas desde Amérca

ANÁLISIS SOBRE EL YIHADISMO EN ESPAÑA Y EN EUROPA

Segunda parte

Ramón Quiñonero Solano, autor del presente escrito.
Nadie conoce esto mejor que los propios musulmanes. De hecho, la historia de las sociedades musulmanas es, en buena medida, la historia de su lucha permanente contra sus propias contradicciones estructurales. Lucha que en ocasiones ha salido bien y en otras ha salido mal. El yihadismo, la violencia de justificación religiosa, es una constante en esa civilización. Sus principales víctimas son, evidentemente, los propios musulmanes, pero esto no es ninguna novedad, al revés. La novedad es que hoy nosostro, europeos, hemos importado sobre nuestro suelo ingentes masas de población musulmana y, con ellas, hemos importado también sus querellas y desgarros, pensando, con típica petulancia moderna, que todo eso quedaría neutralizado, suturado, por la "superioridad natural" de nuestra civilización, tan cosmopolita y acogedora. Pero no ha sido así como pretendíamos o creíamos.

Las culturas y las personas no son intercambiables. Las identidades no son solubles unas en otras. Al menos, no siempre.
 
La Europa actual.

Europa, la Europa actual, la que arranca del Tratado de Maastricht, del frustrado  proycto de Constitución de 2.004 y del posterior Tratado de Lisboa, se ha querido construir como una suerte de espacio nuevo sobre la eliminación paulatina de las soberanías nacionales y de las identidades culturales (religión cristiana incluida).

Todo lo que estamos viviendo en los últimos años en todos los paises europeos desde la deconstrucción de la institución familiar hasta la desregulación laboral y el desmantelamiento del carácter nacional en los programas de enseñanza, pasando por la supresión de instancias nacionales de decisión política, todo apunta deliberadamente a lo mismo: a edificar una especie de Tierra Nueva sin raíces, sin identidad, sin Dios, sin ancestros, sin fronteras. O sea una Europa como laboratorio del mundo nuevo de la globalización. El maridaje entre el capitalismo financiero y el progresismo ideológico, cada vez más obvio, se explica precisamente por la coincidencia en el proyecto globalista. El mercado sin fronteras y la sociedad sin identidad responden a un mismo impulso.


En ese contexto, la afluencia de población extranjera ha sido un claro elemento de consenso. Al nuevo capitalismo transnacional le interesa un mundo economico sin fronteras. A las oligarquías europeas les interesa compensar rápidamente un imparable declive demográfico. A la gran industria le interesa contar con mano de obra barata y sin las exigencias del obrero europeo. A las instituciones de Bruselas les interesa desmontar el entramado nacional europeo.

La Europa historica se ha convertido en un entramado de naciones. A los fanáticos de la "fraternidad universal" les interesa una Europa sin religión ni raza. Les conviene una "constelación de intereses".

El resultado ha sido la ininterrumpida afluencia de inmigantes desde los años 70 y el colofón de la brutal crisis migratoria que vive Europa desde los dos últimos años, adecuadamente vendida por la mayoría mediática como "deber de acogida al refugiado". Por eso hoy estamos donde estamos.

La Europa actual no se ha dado cuenta -o no ha querido-:

1 - que las personas no son intercambiables.

2 - que las comunidades tienen su propia lógica.

3 - que las identidades culturales existen.

y que esa idea de la "sociedad sin identidad" es, a su vez, una idea muy específicamente occidental, es decir, una idea que a otras identidades les resulta inaceptable.

Y mientras tanto, en las masas de inmigrantes musulmanes acumuladas en Europa durante cuarenta años se han reproducido los mismos patrones culturales que han caracterizado a las sociedades islámicas desde siempre. No se han hecho "occcidentales" porque no quieren serlo y porque, a la postre, ser "occidental" es no ser nada, porque ellos sí quieren ser algo.

Así nosostros, europeos sin alma, hemos importado a nuestro suelo una realidad ajena. Una realidad que hoy explota aquí, como lleva mil cuatrocientos años explotando en su suelo originario. Esto es lo que hay, o sea, un desafío de civilización.

Y por eso resulta tan penoso observar el especáculo que ofrece nuestra oligarquía -política, mediática, financiera-, tratando de travestir la realidad para venderla como lo que no es.

En España, donde hace años que toda inteligencia parece haber desertado del espacio público, nuestros políticos y opinadores han reducido al absurdo el discurso cobarde y suicida de la resignación. Ha sido y es bochornoso ver a nuestro Gobierno balbucear explicaciones retóricas sobre el "mal global" que amenaza globalmene a la "democracia global". Bochornoso porque, implícitamente, nos están diciendo que no pueden protegernos, pues nada puede hacerse contra un mal "global".

a) - Ha sido y es no solo bochornoso, sino simplemente indignante, ver a la izquierda habitual deshacerse en alardes morales sobre el "deber de acogida" y la prevención contra la islamofobia.
b) - Ha sido indignante escuchar de labios de los poderosos la tópica apelación a "no tener miedo".
c) - Eso es muy bonito y fácil decirlo cuando uno vive rodeado de medidas de seguridad que pagan los contribuyentes.
d) - Esos mismos contribuyentes que son precisamente las víctimas del yihadismo, porque ningún grupo islamista ha atentado aún contra un rey, un jefe de estado, un ministro, un carnaval LGTB o un banquero.
e) - Ellos no tienen miedo.
f) - EL MIEDO, EL TEMOR, EL SUSTO, EL SOBRESALTO, EL PAVOR, EL ESPANTO, lo tenemos los demás, los de a pie, los que pagamos por proteger a otros.

En fin: ha sido devastador leer a las alcaldesas de Barcelona y París, Ada Colau y Anne Hidalgo, escribir al unísono -con sorprendente sintonía- sentidas protestas de sensibilidad herida lamentándose de que la violencia manche de semejante modo "ciudades de amor y tolerancia", comentarios que recuerdan demasiado a los que podría hacer la patrona de un burdel después de una pelea en la barra. 
El Rey de España, el Presidente del Gobierno, el Presidente de Cataluña, la Alcaldesa de Barcelona y la Vicepresidenta del Gobierno.

Vuelvo a mirar la foto de los jerarcas enlutaos: De verdad ¿salvarán nuestra civilización?
Parece que la realidad nos conduce a dos opciones:

La primera es seguir apostando por una Europa cosmopolita y líquida, sin identidad histórica, donde todos quepan, asumiendo el terror como un mal inevitable pero pasajero, en el camino de construcción de una sociedad global pacificada. Sobre esta primera opción se alinean hoy todas las estructuras del poder, sin distinción de ideologías.

La segunda opción es, al contrario, constatar que no todos los grupos humanos son solubles en otros, que no todas las culturas son solubles en otras, y en consecuencia apostar por reafirmar la identidad propia y excluir a quien la amenace. Esta segunda opción es absolutamente intolerable para el poder; sin embargo, gana progresivamente espacio entre el pueblo, seguramene por puro instinto de supervivencia.

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