jueves, 15 de octubre de 2015

¡Cuán bienaventurado - Lope de Vega

Parte del estudio de Lope de Vega en su casa -hoy museo- situada en la calle Cervantes, nº 11 de Madrid. Se halla abierta al público cada día, menos el lunes, de 10 a 15 horas.  Se hacen visitas guiadas a grupos (máximo 10 personas) gratuitamente.


¡Cuán bienaventurado
aquel puede llamarse justamente,
que sin tener cuidado
de la malícia y lengua de la gente,
a la virtud contraria 
la suya pasa en vida solitaria!

¡Dichoso el que no mira
del alto señor las altas casas,
ni de mirar se admira
fuertes colunas oprimiendo basas,
en las soberbias puertas,
a la lisonja eternamente abiertas!

Los altos frontispicios,
con el noble blasón de sus pasados,
los bélicos oficios,
de timbres y banderas coronados,
desprecia y tiene en menos
que en el campo los olmos, de hojas llenos.

Ni sufre al confiado
en quien puede morir, y que al fin muere,
ni humilde al levantado
con vanas sumisiones la prefiere,
sin ver que no hay coluna
segura en las mudanzas de fortuna.
 
Algunos libros de su estudio

No va sin luz delante
del señor poderoso, que atropella
sus fuerzas arrogante,
pues es mejor de noche ser estrella,
que en la compañía 
del sol dorado no lucir de día.

¡Dichoso el que apartado
de aquellos que se tienen por discretos,
no habla desvelado
en sutiles sentencias y concetos,
ni inventa voces nuevas,
mas de ambieión que del ingenio pruebas!

No escucha al malicioso
que todo cuanto ve le desagrada,
ni al crítico en enfadoso

teme la esquiva condición, fundada 
en la calumnia sola,
fuego activo del oro que acrisola.
 
Dormitorio de Lope de Vega

Ni aquellos arrogantes
por el verde laurel de alguna ciencia,
que llaman ignorantes
los que tienen por sabios la experiencia,
porque la ciencia en suma
no sale del laurel, mas de la pluma.

No da el saber el grado
sino el ingenio natural del arte
y estudio acompañado,
que el hábito y los cursos no son parte
ni aquella ilustre rama,
faltando lo esencial, para dar fama.

¡Oh cuántos hay que viven
a sus cortas esferas condenados!
Hoy lo que ayer escriben,
ingenios como espejos que quebrados
muestran siempre de un modo
lo mismo en cualquier parte que en todo.
Oratorio de la casa de Lope de Vega

¡Dichoso pues mil veces
el solo que en su campo, descuidado
de vanas altiveces,
cuanto rompiendo va con el arado
baña con la corriente
del agua que destila de su frente!

El ave sacra a Marte
le despierta del sueño perezoso,
y el vestido sin arte
traslada puesto al cuerpo, temeroso
de que la luz del día
por las quiebras del techo entrar porfía.
 
Jardín de la casa-museo de Lope de Vega.

Revuelve la ceniza,
sopla el humoso pino mal quemado; 
el animal se eriza
que estaba entre las pajas acostado,
ya a la tiniebla huye
y lo que hurtó a la luz le restituye

El pobre almuerzo aliña,
come y da de comer a los dos bueyes,
y en el barbecho o viña,
sin envidiar el patio de los reyes, 
ufano se pasea
a vista de las casas de su aldea.

Y son tan derribadas,
que aun no llega el soldado a su aposento, 
ni sus armas colgadas
de sus paredes vio, ni el corpulento
caballo estar atado
al humilde pesebre del ganado.

Caliéntase el enero,
alrededor de sus hijuelos todos,
a un roble, ardiendo entero,
y allí contando de diversos modos,
de la extranjera guerra
duerme seguro, y goza de su tierra.
La cocina de la casa de Lope de Vega.

Ni deuda en plazo breve,
ni nave por la mar su paz impide,
ni a la fama se atreve,
con el reloj del sol sus horas mide,
y la incierta postrera,
ni la teme cobarde, ni la espera.

           Félix López de Vega y Carpio.

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