domingo, 29 de noviembre de 2015

A Cristo en la cruz - Lope de Vega



Cristo en la cruz con María y San Juan - de Rogier Van der Weyden - c. 1399-1464 - Öleo sobre tabla, 325x192 cm.
A CRISTO EN LA CRUZ

¿Quien es aquel Caballero
herido por tantas partes, 
que está de expirar tan cerca,
y no le socorre nadie?

"Jesús Nazareno" dice
aquel rótulo notable.
¡Ay Dios, que tan dulce nombre
no promete muerte infame!

Después del nombre y la patria, 
Rey dice más adelante,
pues si es rey, ¿cuándo de espinas
han usado coronarse?

Dos cetros tiene en las manos,
más nunca he visto que claven
a los reyes en los cetros
los vasallos desleales.

Unos dicen que si es Rey,
de la cruz descienda y baje;
y otros, que salvando a muchos, 
a sí no puede salvarse.

De luto se cubre el cielo,
y es sol de sangriento esmalte,
o padece Dios, o el mundo 
se disuelve o se deshace.

Al pie de la cruz, María
está en dolor constante, 
mirando al sol que se pone
entre arreboles de sangre.

Con ella su amado primo
haciendo sus ojos mares,
Cristo los pone en los dos,
más tierno porque se parte. 

¡Oh lo que sienten los tres!
Juan, como primo y amante,
como madre la de Dios, 
y lo que Dios, Dios lo sabe.

Alma, mirad cómo Cristo, 
para partirse a su Padre,
viendo que a su Madre deja
le dice palabras tales:

Mujer, ves ahí a tu hijo
y a Juan: Ves ahí,
Juan queda en lugar de Cristo,
¡ay Dios, que favor tan grande!

Viendo, pues, Jesús que todo
ya comenzaba a acabarse,
Sed tengo, dijo, que tiene
sed de que el hombre se salve.

Corrió un hombre y puso luego
a sus labios celestiales
con una caña una esponja
llena de hiel y vinagre.

¿En la boca de Jesús
pones hiel?, hombre, ¿qué haces?
 Mira que por ese cielo
de Dios las palabras salen.

Advierte que en ella puso
con sus pechos virginales
una ave su blanca leche
a cuya dulzura sabe.

Alma, sus labios divinos,
cuando vamos a rogarle, 
¿cómo con vinagre y hiel
darán respuesta süave?

Llegad a la Virgen bella,
y decirle con el ángel:
"Ave, quitad su amargura,
pues que de gracia sois Ave"

Sepa al vientre el fruto santo, 
y a la dulce palma el dátil;
si tiene el alma a la puerta
no tengan hiel los umbrales.

Y si dais leche a Bernardo,
porque de madre os alabe,
mejor Jesús la merece,
pues Madre de Dios os hace.

Dulcísimo Cristo mío,
aunque esos labios se bañen
en hiel de mis graves culpas, 
Dios sois, como Dios habladme.

Habladme, dulce Jesús,
antes que la lengua os falte,
no os desciendan de la cruz
sin hablarme y perdonarme.


          
 

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