martes, 1 de marzo de 2016

Perfiles de políticos desleales-II


CRÓNICA SOBRE PERFILES DE POLÍTICOS DESLEALES-II

Sigo las evoluciones de los políticos que intentan formar un gobierno que represente sus postulados y sus ambiciones, desdeñando lo que interesa a los ciudadanos y desafiando a las leyes en vigor. ¡Qué vergüenza!. La pluralidad ideológica que la nueva sociedad española fraguaba en silencio, emergió con fuerza debido a la oportunidad que le brindó Rajoy con "saludable y redentora naturaleza del trabajo incesante", con motivo de la convocatoria de elecciones generales el 20 de diciembre de 2015.
Mariano Rajoy

Cierto es que la continuidad de un sistema político corrompido, obsoleto y agotado, era inviable, pues relegó a las clases obreras y, sobre todo, a las clases medias, a soportar más impuestos y el peso de las medidas que impuso la Troika para sanear la economía española, en base a rescatar ciertos bancos, autonomías, diversas instituciones virtuales y determinadas personas del gobierno, de la monarquía, de las comunidades autónomas, quienes no repararon en esquilmar los fondos públicos.

Es de notar que esa clase política, posiblemente defenestrada, intentó posibilitar eternamente la alternancia exclusiva entre conservadores y socialistas, dos grupos que representan el 80 % de todos los ciudadanos españoles. Y en esa estamos.

Recrearse en hechos del pretérito, no es causa de placer para mí. Sin embargo, para los que no lo han vivido, no les ha interesado conocerlo o su cultura no alcanza a entenderlo; deberían acudir a catedráticos de Historia para que les impartiera la necesidad de escuchar y aprender de sus enseñanzas, a fin de tener un conocimiento correcto de la trascendencia y  de la gravedad que se derivan de sus despropósitos, cuyas implicaciones siempre se han mostrado negativas para los ciudadanos.  
José María Aznar

A propósito de ello me inclino por relatar unos acontecimientos que arrancan en 1996 donde parte de quienes los protagonizaron nos condujeron a la situación esquizofrénica que hoy, día 27 de febrero de 2016, estamos viviendo con pasmo, sin poder escapar del aciago destino al que nos condujo Aznar al nombrar a esa lánguida llama que "ilumina la sobria austeridad de un deslucido imán cautivador", pero muy bien alimentado y nunca saciado de egoismo y de ambición personal y profesional.

Intuyo que Aznar no sentía inclinación por Rato -mucho más inteligente que el infausto, extraño e inclemente ciudadano Rajoy-, pero quizás su entendimiento con Rato -al margen de otras consideraciones-, se vió truncado al separarse éste de su esposa, que era amiga íntima de Ana Botella. No debo especular pero no descarto que Aznar se viera desbordado por acontecimientos familiares que guiaron sus acciones y substanciaron su decisión.

Sea como sea y admirando su meticulosidad en casi todo, incluso cuando merodeaban casi palpables tensiones ambientales, debo reconocer y con cierto pesar lo expreso, que Aznar cometió un gravísimo error al despeñar a Rato. Lo cierto es que esa minuciosa e implacable severidad que fue una convincente característica de Aznar, fue desestimada cuando confundió lo público y lo privado en el orden moral, sin apercibirse de que el mundo del pensamiento se combina con el de los sentimientos -según Spinoza-, y como resultado aparece una historia que retrata a TODA UNA ÉPOCA, pero sobre todo a los protagonistas que la forjaron.
Rajoy y Zapatero, protagonistas del hundimiento de España.

El declive del Partido Popular comienza en 1996 -a los cinco meses de la primera legislatura de Aznar-, y no se para hasta la llegada imprevista del miserable y traidor Zapatero, debido a los macabros acontecimientos, aún no aclarados, acaecidos en marzo de 2004, donde Rajoy hiberna en la oposición a la espera de mejores tiempos. Esos tiempos llegaron en 2011 y Rajoy, imperturbable, vió la oportunidad de lanzar a sus huestes -zafarrancho de combate-, a seguir implícitamente una política anticonstitucional y antidemocrática: de hecho ha sido su talón de Aquiles en la única legislatura en que ha gobernado, dando pie a que se amplie el inhóspito campo donde apacentan enormes rebaños de conmilitantes y apartar sin misericordia, ni perdón, a las lúcidas mentes que le hacían sombra a las que destierra, virtualmente, a un reino inoperante, o sea, "a un cementerio de elefantes".

Prosiguiento con esta historia donde la autodestrucción no tiene parangón en el reciente recorrido de la España democrática, la de la Transición, aparecen según mi criterio cinco posibles circunstancias que ha posibilitado lo que estamos padeciendo. A saber:
1 - La negativa de Aznar de entregar al Juez la documentación del CESID que éste requirió.
2 - La sensación entre la ciudadanía de que el Gobierno pergeñaba aumentar más los impuestos.
3 - La defenestración de Vidal-Quadras al frente del PP en Cataluña, exigida públicamente por el hoy ladrón confeso y ex-molt honorable President, Jordi Pujol y Soley.
4 - Los fastos del Escorial (matrimonio de su hija Ana), resultaron políticamente lamentables y estéticamente detestables. Toda una rebeldía ética y una objeción estética al despotismo aznarista.
5 - Una vez instalado Aznar en el Poder bajo la etiqueta de Liberal, quiso mantener esa ilusión a la que los liberales decentes, no renuncian jamás, es decir: ¡EL CONTROL DEL PODER!, acción que no quiso ejercer.
Fastuosa boda de la hija de Aznar en el Monasterio del Escorial, a la que asistieron 1.100 invitados. - Febrero de 2002.

Quizás exagero cuando expreso aquí que el exceso de poder propicia inexorablemente todos los abusos y corrupciones inimaginables. Así se comprueba cuando rememoro la fastuosa ceremonia socio-sacramental, que con motivo de la boda Agaj-Aznar, quedó inmortalizada en El Escorial. Esta actuación de Aznar y las que he enumerado anteriormente, lograron la casi desaparición del PP de la escena política española. No es necesario que los escépticos intenten despejar la incógnita que les corroe sobre si Aznar pudo, o no pudo, resistir la tentación del aznarismo, Creo que renunció, o sea, no quiso controlarse a sí mismo.

¡Qué tiempos aquellos! en que la convivencia de judíos, cristianos y musulmanes en la Península Ibérica, fue un distintivo que marca la diferencia entre lo que es colaborar y lo que es luchar contra la colaboración, al estilo Rajoy.

Cierto es, por haberlo vivido, que no se puede obviar el afán de superación y talante emprendedor de que hizo Aznar gala al recibir de manos de Fraga la antorcha que iluminó y guió al Aznar demócrata, al Aznar admirador del asesinado primer ministro Cánovas del Castillo, al Aznar partidario de la Constitución de 1812 -La Pepa, le llamaron- y que fue abolida por el felón Fernando VII, al Aznar forjador de una derecha civilizada en España, al Aznar que quiso regenerar la vida española en toda su dimensión, acercarla a las vivencias y módulos de los países democráticos de nuestro entorno, y al Aznar que paulatinamente, diluyó los convencionalismos y prejuicios que existían en la España del post-franquismo.

Hay que reconocer su inmensa labor y sus aciertos. Es justo hacerlo. Lo primero que hizo fue deshacerse de siete vicepresidentes del Partido Popular de Fraga. Una de las cabezas más lúcidas de aquel conjunto de inútiles -en sentido de necesidad práctica-, Fernando Suárez, dijo completamente aturdido: "Dichoso soy de saber cómo son posibles los milagros. De la noche a la mañana, Aznar me ha convertido en un ciudadano anónimo, de Vicepresidente he pasado sin saberlo, ni conocerlo a la nada". ¿Es una paradoja? Posiblemente, pero presiento que mucho tiene que ver con una moraleja.

           Ramón Quiñonero Solano
           autor del presente escrito

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