JOSÉ JAUME El alcalde Isern visita Son Gotleu para que el Ayuntamiento pueda anunciar que pronto habrá un plan integral de actuación en la barriada que todavía es Palma. Cuando una institución dice que redacta un plan integral de algo, lo que sea, conviene subir al máximo los grados del escepticismo, porque se da a menudo el fenómeno conocido como la ausencia de dotación presupuestaria, lo que supone que el plan integral, las medidas que se proponen, quedan reducidas a lo que en el parlamentarismo balear ha venido en denominarse "recados a la madre superiora", atribuidos a las proposiciones no de ley, sin ninguna efectividad y a las que el gobierno de turno ignora acompañado de manifiesto desprecio. Lo que se propone para Son Gotleu carece de dotación presupuestaria, por lo que, explican desde Cort, se procederá a una "reasignación de funciones", artilugio lingüístico comúnmente utilizado cuando lo que se ofrece es casi lo mismo de lo que se ha venido haciendo, pero un poco más aparatoso, al menos en un tiempo, más bien escaso. Es lo que hay para Son Gotleu. Hasta aquí llega la Administración municipal gobernada por Mateo Isern. La anterior, la de Aina Calvo, no arribó a la reasignación de funciones, al optar por quedarse en la hueca palabrería que caracterizó al consistorio de los socialistas más el concejal Grosske.
Cuando otro reventón violento, de mayor magnitud, vuelva a explicar que lo de Son Gotleu es un asunto que poca relación guarda con la limpieza o degradación de la barriada y mucho con la actuación de determinadas mafias que operan con escaso acoso por parte de quienes tienen otorgada la obligación de acosarlas, los planes integrales serán otros y probablemente seguirán sin dar donde corresponde. En Son Gotleu se ofrece una de las violencias más desestabilizadoras para una ciudad: la que protagonizan razas diferentes, que incuban un odio que no requiere mucho suministro tóxico para alcanzar el paroxismo. Gitanos, nigerianos y magrebíes no están condenados en Son Gotleu a entenderse sino a enfrentarse episódicamente en la calle, porque el control de las mafias requiere del dominio absoluto y no admite componendas.
Es lo que las administraciones públicas no admiten dado que les supondría tener que hacer lo que no se atreven: entrar con toda la batería de actuaciones legales a su disposición, entre las que se incluye la de detener y expulsar de España a todos aquellos extranjeros que aquí se hallan fuera de la legalidad. Sucede lo contrario: en los enfrentamientos entre gitanos y nigerianos fueron detenidos cuatro de los segundos, de los que parece que tres eran ilegales. No entiendo qué fue lo que hizo que horas más tarde fueran puestos en libertad y no se les aplicara la Ley de Extranjería, que podría haber acabado con su expulsión. Postular lo anterior supongo que lleva implícito ser acusado de racista y de alentar la xenofobia por el conglomerado de asociaciones cuyas anteojeras ideológicas impiden observar lo que hay y proponer algo revestido de eficacia. Optar por la expulsión de los extranjeros ilegales apalancados en Son Gotleu es una abominación que no contribuye a solventar el problema; al contrario: lo envenena para esas organizaciones a las que el anterior consistorio tanto cuidó.
Cuando hay impunidad, y es comprobable que en Son Gotleu existe, las mafias disponen de espacio para primero instalarse, después afianzarse y por fin establecer un control de su espacio urbano del que ya es difícil sustraerse. Es lo que en Son Gotleu sucede. Recordar que existen pisos pateras en los que hasta se duerme por turnos, que hay centros de reclutamiento y distribución de prostitutas y locales en los que la legalidad está ausente, es enumerar lo que se conoce sobradamente, lo que los planes integrales no solucionarán. Es el Ayuntamiento, el Govern, la delegación del Gobierno y la Administración de justicia (las competencias están repartidas) las que han de decidir si se quiere recuperar Son Gotleu o se opta por aceptar que allí definitivamente no imperarán los mismos códigos de conducta establecidos en el resto de Palma. En otras ciudades, con barriadas semejantes, se ha llegado al convencimiento de que lo que en ellas acontezca, mientras no supere ciertos estadios, es asumible (las mafias lo saben muy bien) y que de lo que se trata es de impedir que se expanda más allá de sus límites naturales. No sé si es lo que se desea para Son Gotleu, pero si el plan integral estriba, una vez efectuada la reasignación de funciones, en incrementar la limpieza, lo que es una urgencia en todas las barriadas de Palma, no hay excepciones, eliminar desperfectos e incrementar la vigilancia policial en las horas en las que se sabe que no es estrictamente necesaria, aguardaremos a que otra batalla campal vuelva a llevarse por delante alguna vida y nuevamente Palma obtenga la reputación de ciudad violenta y peligrosa; publicidad que parece razonable pensar que las autoridades no desean que se dé.
Publicado en la página 22 del Diario de Mallorca del día 26 de septiembre de 2011
(Cedido por Diario de Mallorca )
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