viernes, 2 de enero de 2015

A la Patria, elegía - José de Espronceda


 
José de Espronceda (1808-1842)


José de Espronceda, excelso representante de la Literatura Española, nació el 25 de marzo de 1808 en Almendralejo, Extremadura, y murió el 23 de mayo de 1842 en Madrid. Max Aub, dijo de él: "Poeta lírico, representó como ninguno la época romántica española, única que vivió. Rehabilitó estrofas, inventó ritmos para cantar su desesperación con entusiasmo..."  "Espronceda combatió por la libertad. Por la libertad -dice en una carta- de quienes tienen derecho al aire y al pan".


A LA PATRIA
ELEGÍA

    ¡Cuán solitaria la nación que un día
poblara inmensa gente!
¡La nación cuyo imperio se extendía
del Ocaso al Oriente!
     Lágrimas viertes, infeliz ahora,
soberana del mundo,
¡y nadie de tu faz encantadora
borra el dolor profundo!
    Oscuridad y luto tenebroso
en tí vertió la muerte,
y en su furor el déspota sañoso
se complació en tu suerte.
    No perdonó lo hermoso, patria mía;
cayó el jóven guerrero,
cayó el anciano, y la segur impía
manejó placentero.
    So la rabia cayó la virgen pura
del déspota sombrío, 
como eclipsa la rosa su hermosura
en el sol del estío.
    ¡Oh, vosotros, del mundo, habitadores!, 
contemplad mi tormento:
¿igualarse podrán ¡ah!, qué dolores
al dolor que yo siento?
    Yo desterrado de la patria mía, 
de una patria que adoro,
perdida miro su primer valía,
y sus desgracias lloro.
    Hijos espurios y el fatal tirano
sus hijos han perdido,
y en campo de dolor su fértil llano
tienen ¡hay!, convertido.
    Tendió sus brazos la agitada España,
sus hijos implorando,
sus hijos fueron, más traidora saña
desbarató su bando.
   ¿Qué se hicieron tus muros torreados?
¡Oh mi patria querida!
¿Dónde fueron tus héroes esforzados,
tu espada no vencida?
    ¡Hay!, de tus hijos en la humilde frente
está el rubor grabado:
a sus ojos caídos tristemente
el llanto está agolpado.
    Un tiempo España fue: cien héroes fueron
en tiempos de ventura, 
y las naciones tímidas la vieron
vistosa en hermosura.
    Cual cedro que en el Líbano se ostenta,
su frente se elevaba;
como el trueno a la virgen amedrenta,
su voz las aterraba.
    Mas ora, como piedra en el desierto, 
yaces desamparada, 
y el justo desgraciado vaga incierto
allá en tierra apartada.
    Cubren su antigua pompa y poderío
pobre yerba y arena,
y el enemigo que tembló a su brío
burla y goza en su pena.
    Vírgenes, destrenzad la cabellera
y dadla al vago viento:
acompañad con harpa lastimera
mi lúgubre lamento.
    Desterrados, ¡oh Dios!, de nuestros lares,
lloremos duelo tanto:
¿quién calmará ¡oh España!, tus pesares?,
¿quién secará tu llanto?  

          José de Espronceda

 

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