Ramón Quiñonero Solano, autor del presente escrito |
Y SUS IMPLICACIONES - IV
CUARTA PARTE
Me gusta la innovación; por ello superé, más pronto que tarde, el temor más extendido en el cerebro de los humanos que se concreta en el trémulo pánico al rechazo y al cambio. Percibí la sensación que el miedo ambiguo es el que más duele. Solo ajustándolo con sentido común, pude mirarlo a la cara y buscar alternativas.
A mi entender hay que distinguir dos tipos de miedo: el equilibrante, que te libra de hacer alguna tontería, como decirle a tu jefe lo que realmente piensas de él. Y el tóxico, que es el que me daña, el que me paraliza, y que es obligatorio eliminarlo porque impide ser uno mismo. Valga como ejemplo del tóxico: "todos tenemos miedo de estar solos, de que no nos quieran, del rechazo. Cambiar nuestra forma de ser, lo que nosotros somos para ser aceptados, es tóxico.
Mi vocación era ser maestro de una escuela rural. Rendí reverencial afecto a mis maestros, especialmente a Don Juan Mas Matas y a Don Miguel Deyá Palerm. Recuerdo que impulsaban los conocimientos técnicos sin descuidar las humanidades, aunque los manuales del régimen rezumasen
ideología y promovieran la idea de que el castigo físico, ora bofetón, ora palmetada, se diese por descontado.
Recuerdo que "lo oficial" estableció unos conocimientos obligatorios en lengua y literatura, latín, matemáticas..., además de religión y formación del "espíritu nacional". La gimnasia se ventilaba con flexiones y las niñas estudiaban iniciación al hogar y economía doméstica. La presentación era muy importante en los cuadernos escolares. Se penalizaban las faltas de ortografía y se primaba la caligrafía primorosa.
Esta habilidad ha sido recuperada en EE.UU., donde hoy se exige un ensayo manuscrito para entrar en muchas universidades, pues se considera que una letra clara es un indicio de buenas aptitudes para el razonamiento lógico. El gobierno de Finlandia entendió, hace años, que los estudiantes deben alcanzar la excelencia. Allí las pruebas para ser maestro son durísimas. Es una de las profesiones con más prestigio y sueldo y se le tiene un respeto reverencial.
Comparando la enseñanza actual con la de aquel tiempo, puedo afirmar que un chico que acababa la EGB a los 14 años sabía más que uno que hoy acaba la ESO a los 16.
Desde 1953 a 1970 existía en España la temida reválida que hoy, desgraciadamente, brilla por su ausencia. También existía la reválida al superar el cuarto año de bachillerato. Hoy tampoco se practica.
Recuerdo que aprendí a sumar con un ábaco, ese artefacto de madera con bolitas, que servía de calculadora.
Para finalizar la crónica sobre educación, les menciono que, actualmente, en EE.UU. y en muchas facultades de Física y Matemáticas se ha implantado el "curso cero" con el fín de explicar nociones elementales para que empiecen la carrera con un nível mínimo. La falta de variedad en disciplinas básicas y la uniformidad partidista en el tono, facultan a los Rectores a proceder con embrionarios procesos de la impartición de docencia del pasado. Aquí en España existe en la Universidad de Madrid, Juan Carlos I.
Solo me cabe añadir que mi vocación docente no la dejé de practicar jamás. Donde estuve delegué después de enseñar todas mis funciones. Acaparé dos: la cerrada reserva y la responsabilidad con que tuve que lidiar por lealtad a unos principios.
Ramón Quiñonero Solano
(Para ello conseguí el Bachillerato con reválida, la carrera de Comercio (3 años) y la Licenciatura de Economía (5 años) y 9 meses en Oxford, con un master aplicado a la economía de mi Emprsa. Por ello no tengo la caperuza del despiste ni del olvido).
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